ESTE CONSEJO DE MI PAPÁ ME HIZO CAMBIAR DE CARRERA.

 


Ilustración del Autor

Hace poco, apenas un par de semanas, dejé mi trabajo como Director de Comunicación Institucional en una universidad de prestigio. Era un buen trabajo, con un buen sueldo y buenas prestaciones.

 Por supuesto, muchas personas buenas, que me quieren y se preocupan, me han preguntado “¿Por qué lo hiciste?” Algunas más honestas han completado la idea: “¿Acaso estás loco?”.

 La respuesta a estas preguntas no es tan sencilla, ni tan directa. Entre otras cosas, yo era feliz en ese trabajo; siempre me trataron muy bien y me recibieron como parte de una familia muy unida en donde hice muchos y muy buenos amigos; aprendí y sigo aprendiendo, y cuya misión comparto verdadera y profundamente. Aún así, presenté mi renuncia. Con miedos, sí. Con dudas, no.

 ¿Por qué?

 Para contestar a esta pregunta debo viajar al pasado, a un día de abril de 2012, cuando me encontraba en medio de un dilema profesional y económico. Estaba, también, recién casado y con un hijo en camino… y me preguntaba si tomar un trabajo en un despacho, en una empresa, o tomar un camino distinto. Estaba confundido, tratando de hacer paz con las diversas expectativas que yo pensaba que otros tenían sobre mí.

 Pedí consejo a muchas personas. Pedí trabajo, también, en distintos sitios. Pero las cosas no estaban encajando. Tenía un trabajo parcial que apenas lograba pagar los gastos mínimos y mis deudas se seguían acumulando. Mis amigos me recomendaban un negocio, luego otro. ¿Importar muebles? ¿Vender seguros? ¿Vender en internet? ¿Volver a un despacho? Todas parecían buenas opciones, pero no me llamaban poderosamente. 

En papel, había hecho todo “bien”. Había sido un buen estudiante, me había preparado con empeño y, en apariencia, iba por buen camino. Pero seguía sin encontrar respuestas. Entonces, hablé con mi papá. Todo empezó con una pregunta paterna: 

-¿Cómo vas con todo? 

-Pues… no muy bien. No sé qué negocio es mejor o dónde buscar trabajo. 

Mi papá lo pensó un poco y después sentenció: 

-No te compliques. Negocios hay muchos. Pero tú, solo uno. Como en la parábola: Dios te dio unos talentos, y de esos talentos te va a pedir cuentas. Tu trabajo es poner a trabajar tus talentos. Lo demás, vendrá solo. 

Yo agradecí. Al principio, no presté mucha atención. Pensé que era un consejo más. “Típico de mi papá”, pensé. Y por un rato, no pensé más en ello. 

¿Y… cuáles son mis talentos? 

Al siguiente día traje a mi memoria el consejo. “Poner a trabajar mis talentos”, pero ¿Cuáles son mis talentos? Al preguntármelo, yo mismo no lo sabía. 

Tuve que sentarme con mi esposa y con algunos amigos para desentrañar este misterio. Para mi sorpresa, para todos ellos era evidente lo que para mí era sorpresa. Ellos me respondieron casi inmediatamente: ¡tú eres buenísimo haciendo esto y aquello!

 Pero… “esto y aquello” no era lo que había estudiado; ni el tema de mi maestría. Aparentemente, llevaba diez años en una carrera que, quizás, no era la mía.

 La duda me asaltó con más fuerza. Aún si me equivoqué… ¿puedo cambiar de carrera diez años después, miles de pesos después, ya casado y casi con hijos…? ¿no es esto una locura? ¿no se va a burlar de mí la gente? ¿no le va a dar un soponcio a mi madre? 

La respuesta llegó de parte de mi hermano, que me dijo: “No lo es”. Y me dio un libro para leer.

 Como Pez en el Agua 

El libro en cuestión fue “El Elemento” de Ken Robinson, uno de los Best Sellers más notables de los últimos tiempos, y tema de una de las Ted Talks más vistas de la historia. Devoré el libro en una sentada, porque estaba lleno de respuestas a mis preguntas. Con ejemplos e historias apoyadas en descubrimientos científicos sobre neurociencia y psicología, Robinson va dibujando una ventana clara en donde encontramos el éxito y la felicidad en nuestras vidas. A esa ventana, él le llama “El Elemento”, y es el lugar en donde tus pasiones y tus talentos se reúnen.

Estar “en tu elemento” es nadar como pez en el agua; encontrar el lugar en donde puedes destacar mientras disfrutas, llegando más lejos y ayudando a más personas en el proceso. Así que, después de todo, el consejo de mi padre no estaba mal. Al contrario: había dado en el clavo.

 Ahora sabía lo que tenía que hacer. 

Tras platicarlo con mi esposa -quien me apoyó sin reserva-, al día siguiente renuncié a un trabajo, empecé mi primera novela (El Delegado Francés) y abrí mi propio negocio (DiezLetras Storytelling y Comunicación), sin un solo peso; sin un solo cliente, sin otra cosa que una página web gratuita y una lista de correos de mis amigos y conocidos. 

Esa misma tarde envié mi primera promoción: “Amigos, les comparto este nuevo negocio”. Y así empezó todo. Tuve un cliente primero, otro después. La cosa fue tomando forma y en menos de una semana había cambiado completamente de giro, de carrera y de objetivos profesionales. 

Mis metas personales seguían siendo las mismas: tener una familia, atreverme, divertirme y ayudar a los demás. Pero el camino sería muy, muy distinto. Nadie se burló, ni a nadie le pareció extraño. Si acaso, me preguntaron que por qué me había tardado tanto. 

Eso sucedió hace más de diez años. En este tiempo, como dicen los libros de superación, “no me he aburrido un día”, y he logrado cosas que me llenan de orgullo en compañía de mi familia, de mis hijos (ahora tengo cuatro) y de mis amigos.  Después la vida me trajo oportunidades increíbles en este nuevo mundo: en la televisión, en el radio, en diversas instituciones y, finalmente, en la universidad. Hoy que dejo la universidad (al menos, de tiempo completo), lo hago con el propósito firme de volver a mi raíz, a lo que soy. 

Mi papá falleció hace 5 años, el 11 de octubre de 2018. Hoy que vuelvo a seguir su consejo, lo tengo más presente que nunca. 

Es la mejor decisión que he tomado, y lo hice gracias a un consejo. Mi papá falleció hace tres años, y me dejó muchas, muchas cosas. Este consejo es una de las mejores. 

Te dejo aquí con tres ideas para encontrar tu camino: 

-No pidas solo trabajo o dinero; pide consejo.  Las personas que te conocen y estiman, solo quieren lo mejor para ti. Pide también consejo y mentoría a hombres y mujeres de éxito que admires. Nunca he encontrado a alguien que me niegue un consejo. 

-Da consejo a quien te lo pida: no solo digas cosas por decirlas, o entregues mentiras piadosas. Si alguien te pide consejo, lo hace porque busca la verdad. Trata de ayudarle con honestidad y entereza. Puedes ser tú quien, entre miles, le ayude a ver la luz.

 -Hay muchos “buenos” negocios, pero hay solo un “tú”. Si descubres qué eres tú (es decir: tu talento), entonces tendrás resuelta la mitas del problema. Lo que queda es constancia y aprendizaje. 

-Cuando no tengas nada que invertir, invierte tu tiempo. Diseña un negocio desde “tu elemento”, desde el lugar en donde tus talentos y tus pasiones se reúnen. Aprende, mejora, arriesga y enfrenta las caídas con la frente en alto. No creo en el “dinero fácil”. Creo en la felicidad y el propósito. 

-Pon tus talentos al servicio de los demás: ese es tu gran negocio.

 (¿Quieres saber más? Te recomiendo mi libro: Como Pez en el Agua)