Los tres pasos en el discurso de emergencia.
#Comunicación #Oratoria
Francisco García Pimentel
Hay quienes buscan el micrófono, y hay otros que le huyen. Una cosa, sin embargo, es cierta, todos eventualmente nos vemos en la necesidad de decir unas breves palabras en la posada de la empresa, en la boda de un amigo o en la reunión de negocios.
Por ser breve, puede parecer sencillo, pero ¡cuidado! Más de uno ha caído a tierra por tomar el micrófono con descuido.
No se trata aquí de que des un discurso heroico y emocional de diez minutos para arruinar la fiesta, sino de recordar que, de cualquier forma, tu reputación puede estar en juego.
Estas son las reglas del Discurso de Emergencia.
Nunca tomes el micrófono sin saber qué vas a decir.
Recuerda que el micrófono es un arma de doble filo; puede ser tu mejor amigo o tu peor enemigo. Una de las primeras reglas en el mundo de la oratoria es: a menos que tengas mucha experiencia ¡no improvises! Winston Churchill decía que por cada minuto de discurso, requería una hora de preparación. En un entorno formal y con tiempo suficiente, puedes preparar tu discurso con cuidado y ensayarlo muchas veces. Pero ¿Qué pasa cuando te toca dar un discurso de emergencia?
Lo primero es saber que la regla no cambia. Si no tienes cinco horas para preparar un discurso que resuene a través de las épocas, quizás tengas un minuto, o incluso 30 segundos, para ordenar tus ideas. A diferencia de un discurso formal, un discurso de emergencia tiene solo tres partes que veremos un poco más adelante. Así que, aunque tengas pocos minutos, toma papel y lápiz (si tienes) o repasa mentalmente lo que quieres decir, y decide cómo vas a aprovechar este momento, de forma que sea útil y agradable para ti y para el público presente.
¡Respeta a tu público! Aunque sea en la fiesta, aunque sea de emergencia, no caigas en la trampa de la vulgaridad, la grosería o el lugar común. En el mejor de los casos, será incómodo para todos; en el peor de los casos, tu original discurso podría terminar en youtube. ¡Cuidado!
No estás obligado a hablar. Si no estás en condiciones, no lo hagas.
Como emprendedor, llevas una vida entera construyendo con cuidado tu estilo y tu reputación. Y con ésta, la de tu negocio. Un discurso de emergencia –por ejemplo, en la posada de empleados- puede ser una oportunidad de afianzar tu liderazgo, conectar con tus colegas y dejar un mensaje valioso.
Muchas veces la presión es mucha -¡que hable, que hable!- y no quieres mostrarte débil. Pero mucho cuidado; si has tomado más de un par de copas, o estás cansado o excesivamente alegre, quizás sea más prudente declinar la invitación. Políticos, empresarios y artistas han perdido su reputación y hasta su trabajo por hablar de más cuando debían haber callado. Si no te sientes al 100 y no tienes nada valioso que decir, es mejor pedir disculpas y declinar.
Seguramente habrá una oportunidad para hablar después; pero nunca habrá oportunidad de borrar las palabras que ya han salido de tu boca. Recuerda: somos esclavos de lo que decimos, y maestros de lo que callamos.
Sigue los tres pasos del discurso de emergencia: saludo sentido, historia corta y cierre con energía.
Muy bien, has decidido hablar. No olvides que nadie te ha pedido una clase de doctorado, sino solo unas palabras breves. Los discursos de emergencia no están sujetos –por obvias razones- a la misma estructura que los discursos formales. Así que mantenlos cortos y animados.
Primero: Empieza con un saludo sentido. Es decir, di “buenas noches” con fuerza. Domina el espacio con volumen y potencia. Ahora espera unos segundos. Permite que las personas guarden silencio y dejen sus cubiertos o sus celulares por un segundo. ¡No trates de “ganarle” al ruido!, mejor inicia con carácter para que tu saludo atraiga la atención.
A menos que lo hayas hecho antes con excelentes resultados, no invoques la participación forzada del público diciendo “¿cómo se la están pasando?” y después, cuando nadie conteste, remates con un horrible “No los oigo, no desayunaron, ¿CÓMO SE LA ESTÁN PASANDO?” que obliga una respuesta incomodísima. Por el contrario. Como ya dijimos, un poderoso “Buenas noches a todos” seguido de dos segundos de silencio suele ser suficiente.
Después, agradece brevemente, mirando a tu público a los ojos. No te detengas mucho allí, sino que continúa.
Segundo: Relata una historia breve o anécdota. “En mi casa siempre poníamos el árbol entre todos” –puedes decir- “y hoy, años después, no recuerdo si el árbol quedaba bonito o feo; pero sí recuerdo a mis papas y mis hermanos unidos en torno a él”. Listo, la historia te llevó 20 segundos. Complementa con una conexión al día de hoy. “Estoy seguro que en diez años no recordaré la cena o el regalo de esta noche, pero sí recordaré a mi equipo; a ustedes. Y de eso se trata la Navidad”.
Seré insistente en mantener la brevedad de la historia; en hacerla positiva y que tenga conexión con el momento que se está viviendo. No tengas miedo de decir algo valioso, propio de un líder, y no solo un saludo genérico o, peor aún, un chiste de mal gusto.
Tercero y último, cierra con fuerza. Si has detenido el reloj unos instantes, devuélvele su energía a la fiesta y capitaliza en el momento emocional que has creado. Puedes decir. “Así que Felicidades, Felicidades al mejor equipo que he tenido el privilegio de dirigir. ¡Feliz año nuevo también!”
El cierre es importantísimo cuando de establecer liderazgo se trata. La peor forma posible de cerrar es quedarte callado, mostrando que ya no tienes nada que decir. “Bueno, pues eso es todo”, de forma timorata y salir con la cara baja, como pidiendo perdón por la interrupción.
No pidas perdón. Si lo que has dicho es valioso, no hace falta. Y si lo que vas a decir no es valioso, no lo digas; pero nunca pidas perdón por hablar.
Los aplausos acallarán tu gran cierre. En total, has dicho 91 palabras (¡apenas poco más que un twit!) y has hablado menos de un minuto. No solamente dominaste la escena; sino que diste las gracias, contaste una gran historia y dejaste un buen mensaje. Detrás de eso, demostraste capacidad y liderazgo, y que eres capaz de profundidad y diversión al mismo tiempo. Has transformado tu autoridad formal en autoridad moral… y eso vale su peso en oro.
Antes de irnos…
Recuerda que hablar en público es siempre un privilegio; no aburras, ni ofendas, ni hagas al público perder su tiempo. Nadie espera que seas un “orador experto” como conductor de Televisión, sino que hables con tu propia voz, con tu propio estilo, pero proyectando seguridad, liderazgo y sinceridad.
Aunque no lo creas, los discursos de emergencia pueden ser grandes oportunidades de crecimiento para ti y tu negocio. Y todo empieza por dedicar unos segundos a organizar en tu cabeza los tres breves pasos: saludo sentido; historia corta y cierre con fuerza.
¡Suerte en tu siguiente posada!