LA HISTORIA DE LAS NARANJAS

 


Mantén los ojos abiertos: hay algo que aprender en todas partes.

Francisco García Pimentel

@franciscogpr

11 agosto 2020



Hace algún tiempo fui con mi familia a comer en una conocida cadena mexicana de hamburguesas en Guadalajara. La comida transcurrió de manera normal, y cuando fui a pagar a la caja, asomándome tras del mostrador, noté que en la pared que iba hacia la cocina (creo), había un letrero de tamaño mediano, quizás con instrucciones o algún protocolo de limpieza dirigido a los empleados.

La curiosidad mató al gato, dicen. Pero mi gato tiene nueve vidas, así que cerré un poco los ojos para poder leer mejor lo que decía el letrero. Para mi sorpresa, no eran simples instrucciones o cosa similar, sino algo mucho mejor: una historia.

Hemos hablado antes del poder del storytelling para transmitir una idea, impulsar un propósito o  crear una relación. Una historia era lo último que esperaba encontrar en esa pared y si antes tenían mi curiosidad, ahora tenían mi completa atención.

Leí la historia de un golpe, mientras esperaba que me dieran mi cambio. Me atrapó inmediatamente y me dejó pensando. En mi propia historia, a veces yo había sido Juan, a veces Fernando y a veces el Gerente. Después de darle vueltas por muchos días, pensé que sería genial compartirla.

Cuando quise ponerla en blanco y negro, me di cuenta de que no la recordaba a la perfección. Así que logré contactar a uno de los socios del negocio y le pedí que me la compartiera. Él me pasó el texto completo, mismo que acabó como parte del libro Como Pez en el Agua. Esta es una historia sencilla, que además tiene distintas versiones en la cultura popular. El aprendizaje es el mismo: la ley de los mínimos y los máximos, o cómo desde un mismo sitio podemos llegar a distintos lugares si nos decidimos a usar nuestra inteligencia y creatividad para dar más. 

Sin más, reproduzco el texto completo y lo someto a tu consideración. ¿Tú quién eres en la historia?

La Historia de las Naranjas


Juan trabajaba en una empresa desde hace dos años. Siempre fue muy serio, dedicado y cumplidor con sus obligaciones. Llegaba siempre muy puntual y estaba orgulloso de que en un año no había recibido amonestación alguna.

Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo: “Señor, trabajo en la empresa desde hace dos años con bastante esfuerzo y estoy muy a gusto con mi puesto, pero siento que se me ha tratado con cierta injusticia. Fernando, mi compañero, ingresó a un puesto igual que el mío apenas hace seis meses y ya se le ha promovido a supervisor”

El gerente respondió. “Juan, mientras resolvemos esto, quisiera pedirte que me ayudes a solucionar un problema. Quiero dar fruta al personal para la sobremesa del almuerzo de hoy. Averigua si tienen naranjas en la bodega de la esquina”.

Juan se esmeró en cumplir con el encargo y en solo cinco minutos estaba de vuelta. El gerente le pregunto: 

- Juan ¿qué averiguaste?

- Señor, sí tienen naranjas a la venta.

- ¿Y cuánto cuestan?

Juan respondió:

- Ah, no pregunté eso.

- Ok, pero ¿viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?

- Tampoco pregunté eso, señor.

- Ok, ¿hay alguna fruta que pueda sustituir a la naranja?

- No sé, señor, pero creo…

- Bueno –dijo el gerente- no te preocupes. Siéntate un momento por favor.

El gerente tomó el teléfono y mandó a llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dio las mismas instrucciones que Juan, y a los diez minutos estaba de vuelta.

- Señor, tienen naranjas para todo el personal; y si lo prefiere, también tienen plátano, papaya, melón y mango. La naranja está a $10 pesos el kilo, el plátano a $12, la papaya y el melón a $13; y me dicen que, si compramos por mayoreo, nos dan descuento del 8%. He dejado apartada la naranja, pero si usted elije otra fruta debo de regresar para recoger el pedido.

- Muchas gracias, Fernando –dijo el gerente-, pero espera un momento.

Y volteando de nuevo con Juan, le preguntó:

- Entonces, Juan ¿qué me decías?

- Este, mmm, nada señor, eso es todo. Muchísimas gracias y con su permiso. 

Juan se retiró. Y tú… ¿has hecho hoy tu mejor trabajo con inteligencia, o nada más con ganas? Por esto mismo, haz siempre tu mejor esfuerzo aún en las tareas más sencillas, sé curioso y apasiónate con lo que haces, ya que de otra forma nadie te confiará las tareas de mayor importancia.