El mejor surfista del mundo. Una parábola de los negocios

 


Una cosa es la paciencia… y otra es el tiempo perdido.


Francisco García Pimentel 

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“Pongan atención”, dijo la maestra. “Esta historia es importante”: 

<< En los mares del pacífico había una isla. Y en la isla, una playa. Y en esa playa, un joven llamado Lohi, que quería ser el mejor surfista del mundo. 

Este joven se sentaba cada día, desde temprano, a la orilla, con su gran tabla de surf. Y veía las olas ir y venir, esperando la gran ola: la ola más grande, la ola ideal para meterse a nadar, surfear y dominarla. 

Según la leyenda en la isla, quien dominara la gran ola sería… ¡el mejor surfista del mundo! Así que Lohi esperaba, cada día, por muchas horas, esta ola. Estaba decidido a lanzarse en cuanto se diera la oportunidad. Tenía una tabla de surf, paciencia y la decisión para lograrlo. 

Los revolcados. 

En la isla había un grupo grande de jóvenes a quienes también les gustaba surfear. Casi todos los días iban a la playa y se metían a nadar. 

Lohi los veía desde su puesto, mientras esperaba. A ese grupo, Lohi le llamaba “los revolcados”. 

“Los revolcados no saben surfear” -se decía Lohi-. “Toman olas pequeñas, que no sirven para nada. ¡Velos allí! Se caen todo el tiempo, dejan ir sus tablas y siguen riendo. ¡Qué tontos son! ¿Qué no saben que la gloria es solo para el que pueda surfear la gran ola?”. 

Y así Lohi pasaba la mañana y la tarde analizando las olas. Medía sus movimientos, sus tiempos, su altura y la forma en que creaban espectaculares cilindros de agua al acercarse a la playa. Lohi era un experto en olas. El más grande experto de toda la isla. 

Aunque se burlaba de “los revolcados”, Lohi se reunía con ellos y les preguntaba más datos: la temperatura del agua, la potencia del viento y los depredadores que nadaban bajo la superficie. Todos ellos, en torno a la fogata, contaban sus hazañas, se reían y se divertían. 

Lohi seguía analizando… y esperando. 

Pasaron los años. 

El tiempo pasó y Lohi creció. Seguía despreciando a los “revolcados” que se conformaban con olas muy pequeñas, aunque algunos de ellos ya eran profesionales y surfeaban en circuitos y concursos en todo el mundo. 

“Profesionales quizás…” -se decía Lohi- “pero no el mejor surfista del mundo”. 

Y mantenía su paciencia y su seguridad. Estaba seguro de que valdría la pena esperar por esa gran ola. “Ya verán cuando venga la gran ola. Entonces todo habrá valido la pena”. 

La gran ola. 

Una tarde de verano, Lohi escuchó en el radio que, debido a un extraño movimiento climático, durante la siguiente semana se vería en esta isla un fenómeno único, que pasa solo cada muchos años: ¡La gran ola! Ahora sí, había llegado su momento. Cada día de esa semana Lohi se levantó muy temprano y fue a esperar la ola en la playa. 

Cuando era ya domingo y pensaba que, quizás, nunca llegaría la ola…. las gaviotas alzaron el vuelo de repente y las aguas de la playa se retrajeron con violencia. A los lejos, se comenzó a formar una colina de agua… ¡una verdadera montaña! 

¡Era la gran ola! 

Por fin, después de tantos años, era el momento decisivo, en el que la paciencia habría de ganar la gloria para Lohi… ¡el mejor surfista del mundo! 

Así que Lohi tomó su tabla y corrió hacia el agua. 

En ese mismo momento, muchos “perdedores” se acercaron también a probar su suerte. 

“Ingenuos” -pensó Lohi- “¿Qué no saben que llevo toda la vida esperando esto?” 

Sin pensar más, el joven Lohi se metió en el mar, decidido a domar la gran ola. 

Y pasó un minuto. 

Y pasaron dos minutos. 

Y Lohi no salió nunca más. 

Muchos de los que salieron tras surfear la ola contarían luego su hazaña en torno a una gran fogata. Otra más, que lo intentaron sin éxito, se conformaron con esperar la siguiente oportunidad. Pero Lohi… Lohi nunca salió. 

En el centro de la plaza, los habitantes de la isla erigieron una estatua de Lohi, en la que sostenía su tabla de bronce, sobre su placa de bronce, en la que se leía: 

Este es Lohi, el mejor surfista del mundo, que nunca surfeó una ola.>> 

Y el alumno preguntó. 

¿Qué significa la historia de Lohi, maestra? 

“Es una historia de negocios. 

En la vida hay personas que creen que saben de negocios, que conocen números y términos impresionantes. Y que se pasan la vida despreciando a todos aquellos que hacen negocios de verdad. 

  • Desprecian al que invierte en bienes raíces, porque son muy lentos. 
  • Desprecian al que invierte en acciones, porque son muy volátiles. 
  • Desprecian al que invierte en su negocio, porque es muy arriesgado. 
  • Desprecian al que pone un local, porque es muy desgastante. 
  • Desprecian al que invierte en cripto, porque no lo comprenden. 
  • Desprecian al que tiene un trabajo, porque no tiene un negocio. 
  • Desprecian al que invierte en portafolios porque dan poco retorno. 
  • Desprecian al que pone un changarro, porque es poco sofisticado. 

Y se pasan la vida esperando el gran negocio; la gran ola, que va a cambiar el mundo y tendrá retornos impresionantes y les hará millonarios y los pondrá en la portada de las revistas. 

Lo único que no hacen… es poner un negocio. 

Y al final, para estos surfistas, hay solo tres opciones: o esa gran ola nunca llega… o llega y los pasa de largo… o los aniquila por completo. 

Verás: una cosa es la paciencia… y otra es el tiempo perdido. 

Porque a surfear se aprende surfeando. Hay que dejar la comodidad de la playa y meter los pies al agua, y tomar olas pequeñas y medianas y caerse muchas veces. Y hay que disfrutar el proceso. Solo entonces, cuando venga la gran ola -si acaso viene- tendrás la oportunidad de convertirte ¡en el mejor surfista del mundo!”.