Crónica de unos churros (sin) canela. La magia de no dejar pasar.




 

Francisco García Pimentel

Dic/2023


La navidad empieza en noviembre.

Mis hijos (tengo cuatro, de entre 5 y 9 años) insistieron en poner el nacimiento en la casa desde noviembre, casi dos meses antes de navidad. A mí me pareció algo extremo, pero Mónica y yo concedimos. Una cosa entre tantas: un pendiente más entre doscientos pendientes, citas y viajes. 

También los niños, de vuelta a la escuela. ¿Qué más da un adorno más o menos?

Recientemente asistí a una conferencia del Dr. José Antonio Lozano (Facebook/JoseALozanoDiez) en la Universidad Panamericana. Habitualmente, procuro no perderme ni sus comentarios semanales, ni sus charlas. Siempre -aunque no quieras- te hacen pensar. Eso es lo que lo hace ser un gran profesor.

La reflexión, en esta ocasión, hizo su aparición en forma de pregunta de las buenas, un dardo hiriente e inesperado. “¿No les parece últimamente que las cosas pasan más rápido?”.

No se refería José Antonio a la llamada “Ley de Weber”, según la cual el tiempo pasa más rápido conforme nos hacemos más viejos. Se refería, en cambio, a lo que algunos psicólogos llaman “desrealización”, que tiene que ver con la impronta emocional y mnemónica que dejan los eventos en nuestra persona. En palabras claras: la desrealización es un fenómeno psicológico por el cual los eventos de nuestra vida (incluso los importantes) pasan sin dejar huella en nuestro corazón o en nuestra mente. 

Es un fenómeno de la posmodernidad; de la vida en que vivimos. Ahora que te lo he mencionado, estoy casi seguro de que has sentido un pequeño hueco en el estómago porque, inevitablemente, te has dado cuenta: tu último cumpleaños, tu último logro profesional, tu último viaje, tu última navidad… sencillamente no tuvieron el mismo peso que tenían esas mismas cosas hace poco. Cuando eras niño o niña, las navidades eran un evento que duraba meses: la increíble expectación, el frío, la magia, las películas, los aromas y los sabores, la familia, los abrazos y la sensacional magia de vivir el milagro mismo del amor divino en cada regalo y cada envoltura. 

Piensa: todas esas cosas (como cosas), siguen allí. Seguro que en esta navidad, para ti, habrá cenas y regalos y abrazos y familia. Pero realmente ¿es tan poderoso, tan significativo, como lo era antes? Y créeme, no es solamente porque ya conozcas “el secreto” de los regalos*. Es una falla en tu sistema de valoración y es un síntoma de la velocidad, la saturación y el exceso con que vivimos nuestros días.

¿Y entonces? ¿Estamos perdidos en el vórtice de la desrealización?

Tenemos capacidad de definir el valor que damos a las cosas a través de manifestaciones patentes, objetivas o simbólicas. Para dar valor interno a las cosas, hay que darles valor externo. Los seres humanos somos así: requerimos de lo material para concretar lo espiritual. 

La significación es el hábito opuesto a la desrealización. Es la costumbre de hacer conscientes y patentes las cosas que nos suceden, otorgándoles la debida atención y el valor que merecen; celebrando los eventos pequeños (por ejemplo, que tu hijo haya metido un gol en ese partido, o logrado salir en esa obra de teatro), con manifestaciones tangibles de su valor: palabras, regalos, celebraciones, abrazos. En estas manifestaciones integramos distintas emociones, sensaciones y acciones en torno a un evento que queremos tenga un valor especial. De esa manera, tales eventos crean en nosotros (y en nuestros hijos) una huella duradera. Como en la película Intensamente, creamos memorias significativas que van forjando nuestra identidad, carácter y escala de valores.

Algunas ideas para SIGNIFICAR.

  • Forja el hábito del optimismo celebrando las pequeñas victorias. ¡Haz fiesta en la casa con cada logro, por discreto que sea! Pega ese diploma en el refrigerador y hornea un pastel cuando llegues a ese lugar.

  • Detente a oler las flores. Está en donde estás, vive el momento. Interioriza y exterioriza la felicidad. Ponle nombre a esa emoción. Di: “me siento feliz”, “me siento genial”, “esto es importante”.

  • Agradece. La felicidad prospera en el agradecimiento. Agradece siempre. Agradece todo. Agradece más. Y quéjate menos. 

  • Comparte. Las cosas compartidas se multiplican y crean redes humanas que son la base misma de la felicidad. 

  • Escribe. Escribir un diario, un journal, un blog… lo que sea, nos permite poner las cosas importantes en papel; reflexionarlas, volver a ellas; nos da perspectiva de avance y crecimiento y nos ayuda a formarnos un proyecto de vida con propósito.

La navidad ya empezó. Hay que hacer que empiece.

Volviendo al nacimiento que tenemos en casa: Mónica fue mucho más inteligente que yo. Desde que se puso la pequeña representación, y viendo que los niños se acercaban constantemente a mover las piezas, los borreguitos o al Niño Dios, decidió convertir ese pequeño espacio en un rincón de nuestra sala en un punto de encuentro y de significación.

Así que empezó por reunir a los niños para hacer una pequeña oración cada día. Después, pusieron en papel algunos de sus buenos deseos, para ponerlos también allí, a los pies del Niño, y rezar por ellos. Los niños pusieron de todo: que haya paz en Ucrania, por el trabajo de papá, que seamos muy felices, que la mascota tenga cachorros. Cosas importantes. 

Y la semana pasada, cuando inició formalmente la época de adviento, decidimos retomar una tradición que inició el año pasado: el chocolate y los churros al prender las velas de la corona. Sólo hubo un pequeño problema: que no había canela en la casa. Era tarde y hacía frío… así que comimos churros sin canela. 

Pero para este domingo, como que me llamo Frank… la canela no faltará.

Estoy seguro de que esta Navidad no me va a pasar de largo. Y a mis hijos, entre tanto, les forja memorias que durarán para toda la vida. La vida sigue con su velocidad, pero al menos podemos hacer un esfuerzo especial para que las cosas que valen, valgan.

Te deseo felicidad y paz en estas fecha que son centrales. ¡Permítete una pausa y mantén el foco en lo esencial! Tú ya sabes bien lo que es. 

¡Feliz Navidad!

Frank.


*P.D. “El secreto” de los regalos es sencillo: Cuando somos niños, creemos que los regalos los trae el Niño Dios. Cuando crecemos, descubrimos que los traen los papás. Pero cuando maduramos, nos damos cuenta de que, en verdad… sí los trae el Niño Dios.