La comunicación pareciera ser la causa de todos nuestros males sociales, humanos y corporativos. Cuando una familia, una empresa o un país se encuentran en medio de una crisis, apenas hay que esperar un par de segundos para que alguna persona enterada declare que “hay un problema de comunicación”.
Y, desde luego, el declarante no estará del todo errado. La comunicación se encuentra entretejida en todas las dimensiones de la vida humana, pues tal capacidad es una de las que, precisamente, nos hace humanos. La comunicación existe en cualquier espacio que habiten dos o más personas, y se manifiesta de muchas formas: verbales, no verbales, escritas, conscientes, inconscientes y hasta químicas. Cuando la comunicación anda mal… eventualmente todo lo demás andará mal también.
La paradoja, sin embargo, salta a la vista. ¿No es ésta, acaso, la época más comunicada, más informada, más interconectada de la historia? En muchos sentidos, la respuesta a esta interrogante es sí. Entonces ¿por qué no conectamos mejor?
La respuesta, quizás, se encuentre en el paradigma actual de la comunicación; aquél que la mayoría de las personas conocen de memoria, pues lo aprendieron (o creen que lo aprendieron) en la escuela o en la universidad. Según este paradigma, la comunicación es un proceso que tiene tres elementos esenciales que son: EMISOR / MENSAJE / RECEPTOR.
Estoy seguro de que estás familiarizado con este esquema, que es una simplificación de aquél que fue publicado en la década de los años 40’s y 50’s por Shannon y Weaver, como parte de un esfuerzo para entender mejor los medios de comunicación y la transmisión de información con las nuevas tecnologías (por aquellos años, telégrafo, teléfono y radio, principalmente). El modelo fue popularizado y desarrollado a través de el tiempo y se convirtió en la idea popular de lo que “es” la comunicación, cuando en verdad solamente representa el proceso de los “medios” de comunicación. Es decir: es excelente para describir lo que pasa entre dos walkie-talkies o dos aparatos de radio; no así para profundizar en el misterio de la comunicación humana. Los humanos, al fin al cabo, no somos aparatos telefónicos, ni vasos de papel atados con una cuerda.
Ahora nos aproximamos a una idea general del problema que tenemos entre manos. Puesto que creemos que comunicar es “enviar información”, la mayoría de las personas, cuando sienten (correctamente) que hay una “falta de comunicación”, infieren (incorrectamente) que la solución es decir más cosas, enviar más información y, sencillamente, hablar más.
Cualquier persona casada o con hijos podrá atestiguar que “decir más” no siempre es la forma de resolver un problema: no importa que la señora lo diga cien o doscientas veces, el marido sigue sin poner los calcetines en el cesto. Si la señora persiste en su estrategia, notará que al llegar a quinientas o mil veces ya no habrá problema con los calcetines… porque su marido se habrá escapado por la ventana para no volver.
Hacia dentro de las empresas, o del gobierno, o de la sociedad en general, ocurre un fenómeno similar. Cuando las personas sienten que no hay comunicación, buscan maneras de “comunicar más”, y envían más correos, generan más boletines o hacen más conferencias de prensa. Raramente, por sí mismas, estas cosas mejoran la sensación de comunicación, resuelven las diferencias o aumentan la productividad.
Extrañamente, la solución no es más compleja, sino más sencilla, y es una que parecemos haber olvidado desde hace siglos. Aristóteles en su retórica -hace 2,400 años- proponía un esquema distinto, también de tres pasos: en griego, ethos, pathos y logos. En español: carácter moral, conexión emocional y argumento. La comunicación, para el filósofo, no es el acto de decir cosas, sino la relación de confianza que enlaza a dos o más personas y que permite, a su vez, transmitir emociones e ideas.
Aunque exploraremos más esta relación en artículos futuros, vale la pena quedarse con esta noción, que invita a la reflexión. El asunto no es comunicar más, sino comunicar mejor. Y esto empieza por crear conexiones humanas reales. No te preguntes ¿Cómo le digo esto? sin antes preguntarte ¿Cuál es mi relación con esta persona? No es la técnica, sino la empatía, la que empuja a las personas a resolver sus problemas, alinear neuronas y poner la vista en un futuro común.
La comunicación no es un tema de “técnicas”, sino de “conexión”, y es un océano inmenso cuyas aguas y mareas me han apasionado desde hace muchos años, y en el que he contado con ayuda de grandes maestros. ¿Quieres leer un poco más sobre los mecanismos no tan secretos de la comunicación humana? Puedes encontrar el libro “Habla Menos, Conecta Más” AQUÍ.